domingo, 30 de septiembre de 2012

Vuelta al cole


LA LLAMITA DE LOS NUEVOS DESEOS
     
     Suelo comenzar el curso con el ánimo bajo, tristón, envuelta en síntomas depresivos, cansada, deseosa de no separarme de las sábanas por la mañana, con ganas de derramar unas lágrimas en cualquier esquina y con cualquier pretexto. Es el otoño. Varios años y algunas teorías psicológicas parecen demostrarlo. El otoño y la personalidad fácilmente abatible. Y un inicio de curso en que se me renuevan los miedos a si voy a llegar a fin de mes o a fin de año, a si voy a la deriva o si camino en alguna dirección. Y unas hormonas que andan periódicamente dejándome patas arriba, expuesta a mis vanales dolores. No es, eso sí, el tan cloqueado síndrome de vuelta al trabajo.
      Pero no es todo marrón en Septiembre. En Septiembre acaban las vacaciones escolares y empieza el nuevo curso. Desde pequeñita respirando este ritmo. Ahora, por hábito, automáticamente, el cuerpo se pone en disposición de empezar otra vez. Pero ya no estoy en la escuela, ni trabajo para empresa alguna, la nueva etapa depende bastante, mucho más de lo que me parece, de mis decisiones. Así que, allá adentro, me sale una llamita con nuevos deseos, nuevos propósitos, retos por afrontar. A todos nos pasa. El dios Empresa que todo lo abarca, lo sabe: en estos días se publicitan  cursos de idiomas, colecciones de muñecas de porcelana, de perritos de peluche, enciclopedias por fascículos... Y quiere hacernos creer que todos estos propósitos y algunos más, televisados o no, provienen de nuestra llamita de los nuevos deseos. A veces lo consiguen. Por poco tiempo, eso sí: las colecciones, los cursos, los propósitos condicionados, no suelen llegar ni a diciembre. Y es que es una chispa sin calor que diseña gente sin imaginación para gente que no escucha su creatividad.
     La llamita de los nuevos deseos es tan personal, quiere cosas tan nuestras, tan íntimas, que no tienen nada que ver con los “debería” (ir al gimnasio para mejorar el tipo, estudiar ofimática para…) ni con lo que se espera de nosotros. Está tan conectada con nuestra zona lúdica, entusiasta, deseosa de una vida nueva, que encorsetarla en lo que se supone que es correcto, o nos da créditos, o un título para el currículum, es como enjaular a la niña que fuiste, ávida de aprender, de arriesgarse, de desarrollar su propia y personal rareza. 
     Antes de hacer tu lista anual de propósitos para el nuevo año, mira adentro, siente la llama y escúchala. Ella sabe.
     Yo no la oigo bien todavía, quizá por falta de valor, por desconexión, comodidad… así que mis nuevas intenciones, mis listas de septiembre, vuelven a caer una y otra vez en lugares comunes, pero sé, eso sí, que algunos son lugares comunes míos, importantes para mí. 
     Este año espero descubrir, además, un deseo, ¡o más!, nuevo, diferente, divertido, apasionante, que dé un giro al camino, cuyo calor quizá aún no he sido capaz de sentir en la llamita profunda que me mantiene viva y que da sentido a todo lo demás.


Septiembre 2012
Rosi Marrero