Me levanto prácticamente todos los días a las 6'ºº a.m. a estudiar y me meto en mi cuartel general y centro de operaciones: la cocina.
En estas últimas horas de oscuridad de cada día tengo la sensación de estar sola en este planeta.
Entro, cierro la puerta y antes de encender la luz me asomo por la ventana para ver las estrellas, la primera vez que lo hice tenía delante de mis ojos, por encima del horizonte, sobre el mar, a la Osa Mayor, la constelación de "El Carro" y zasssss, una estrella fugaz, la mejor señal. Y un deseo.
Enciendo luz y me preparo un café, solo, en unos vasitos nuevos maravillosos regalo de mi madre.
Organizo mi mesa de estudio -que es la misma del almuerzo- y me enfrento amorosamente a mis estudios mientras se va haciendo la luz, siempre tonos rosas o naranjas.
Y a partir de aquí, se hace la vida en el exterior, fuera de mi cápsula espacial, fuera de mi cuartel general. Pero antes disfruté de mi sensación de soledad absoluta, frente al mar y bajo las estrellas, tomándome un café y estudiando lo injusto que ha sido siempre el ser humano, la falta de sentido común que tiene y lo poco considerado que es, que necesita de miles de leyes y normas para organizarse y convivir.
¡Cómo nos complicamos la vida!
Y se acaba el año, casi que menos mal.